miércoles, 14 de marzo de 2012

Inventario

Hoy fue el día mundial del sueño y que mejor manera de terminar sus horas sino haciendo inventario de ensoñaciones, sueños que parecen realidad y realidades que van más allá de los sueños, de pesadillas que vuelven cada noche y sueños recurrentes a plena luz del día o déjà vécu.

Un día cualquiera la gente suele hacer un inventario general de lo que ha pasado durante la última semana. A veces emplea un poco más de tiempo en hacer el seguimiento de los puntos de inflexión de los últimos años. Y si el tiempo, y el corazón, lo permiten hacen un balance de toda una vida. En la trastienda del mundo de los sueños los inventarios se hacen de otra manera. Se recuerda hacia adelante, se proyectan los objetos del deseo y las invenciones de la imaginación en un tornado de nuevas sensaciones y búsquedas maravillosas.

La última vez que visité el furtivo local fui atendido por la mismísima Psique que fue mostrando uno a uno todos los anaqueles repletos de objetos imaginados e imaginables y empezó a hacerme una clasificación detallada del orden que impera en medio del Khaos. La primera estantería es la de los sueños que se hacen realidad. Justo al lado están los sueños que sueños son y están deseando saltar la balda hacia la primera estantería. Un poco más allá está el rincón de las frustraciones donde se encuentran los sueños que suspiran y todavía laten. En la estantería del fondo y rodeados de cadenas están también los objetos de odio, que gimen, custodiados por barrotes y sacudiendo sus cadenas y gritando a los demás.

En el mostrador, casi dormido, permanece Morfeo sin ánimo de recibir visitas y contando las horas que separan la vigilia del sueño. En la puerta siempre hay una sombra que busca el camino a casa. Antes de salir, Morfeo me tiende un libro de visitas. Esta lleno de firmas de diferentes colores, de esbozos de una vida, de dibujos enterrados en la mente y muchas páginas en blanco que debieron haberse escrito y se quedaron a la mitad. Una vez he firmado la página correspondiente Morfeo se vuelve hacia una pequeña caja fuerte oxidada, marca una combinación y saca del interior un pañuelo gastado con varios objetos: el reloj de plata que en vez de marcar horas marca palabras, la moneda con las dos caras iguales para lanzar al aire ante la duda, el encendedor de gas de la risa, un libro de bolsillo en blanco para leer mis propias locuras, el mapa de metro de mi cerebro con varias rutas señaladas, la estilográfica que nunca se agota y la canica de cristal que todo lo responde. Estos son algunos de los objetos de mi imaginario personal.

La tienda abre cada vez que cierras los ojos, cierra cada vez olvidas, olvida cada vez que sufres y sufre cuando no abre. Cada vez que entres no olvides firmar en el libro de visitas, así sabré que has pasado por allí y podré escribirte una dedicatoria. Y pregunta a Morfeo por tu inventario. En esa pequeña caja están escondidos tus objetos más personales, reales o no, esperando ser encontrados.


1 comentario:

  1. Una joya más en tu inventario y en el de quienes te leemos. Gracias, Fer.

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