lunes, 19 de marzo de 2012

Féliz día del Padre y de las Josefas

Feliz día del padre, hola papá, y feliz día de todos los José y las Josefa. Yo no soy mucho de santos pero como no tenerlos en cuenta cuando es, a un mismo tiempo, el día de tu padre y el de tu madre y también es tu medio santo, ya creo que nunca llegaré a santo entero.

Aunque el día del padre no es, para mí, solo un día. El día del padre ha sido cada día que mi padre a dedicado en su vida a ayudarme a crear inventos con necesidades de mano de obra cualificada (trípticos de tres metros con bisagras y recortes puntiagudos hechos con sierra de calar, máquinas leonardescas con el fin de dejar huellas en las paredes, torres de metacrilato con cajón de luz para proyectar colores,…). Sin duda cada uno de esos días fue el día del padre porque para él, lejos de ser como para mí un fin artístico-académico, era un día en que yo llegaba con mis caóticos planos mentales y el ponía su arsenal de recursos constructivos y su creatividad resolutiva. Y juntos llegábamos a un fin que no era ni el mío, ni el suyo. Era el nuestro. Mis mejores proyectos de la carrera se los debo a los días del Padre.

Y es también el día de las Josefas, hola mamá, aunque yo ya lo haya celebrado a base de empanada de dátiles y bacón que llegó la semana pasada de tus manos, más allá de despeñaperros, directamente a mi boca. El día de las Josefas, es el día de visitas a la cocina, de repasar historias al lado del fuego, de enseñarte los dibujos que me pasaba horas garabateando mientras tú dormías frente a la tele,de compartir recetas al otro lado del teléfono o preguntarte de donde sacabas las palabras cuando me decías que venía “pituto” o que estabas “esgargolá” frases del vocabulario personal de las "Flores". Mis mejores pucheros, morunas y, sobre todo, gazpachos, se los debo a los Días de las Josefas.

Hay muchos Josés y muchas Josefas, y les felicito igualmente a todos, y a todos los padres. Y seguramente me pasaría horas recordando pequeños momentos de grandes Josés y grandes Josefas, y grandes padres de otros, y padres recién titulados por la escuela de la vida y otros muchos que se vuelcan con sus hijos. Felicidades de todo corazón a todos ellos porque cada uno será recordado en su justa medida, con regalos, con palabras de agradecimiento y con dibujos.

Este es mi regalo para el día del Padre, con mayúsculas, y el día de mi Josefa.


viernes, 16 de marzo de 2012

El baile de los astros

Ayer oí que ha comenzado un baile que durará cinco noches. Venus saliendo a recibir a Júpiter en el cielo. Por fin podrán abrazarse y sentir el aislamiento que ambos sufren durante trece meses cada vez que deja de sonar la música del universo, tocada para ellos, y cada uno tiene que seguir su camino marcado. ¿Pero qué son trece meses para los dioses luminosos del cielo? ¿Qué son trece meses para esperar un baile que se pródiga durante casi una semana en que ambos, se buscan, se seducen, se rinden el uno al otro y finalmente se van dejando ir por el peso de sus propias sensaciones?

Comienza el baile. Bailemos con ellos porque está conjunción será visible en el cielo ahora mejor que nunca y mientras los vemos bailar podemos sentir esa sensación de imán que irradian. Salgamos a la calle, miremos hacia el cielo, oigamos la música que nos gusta, dediquémonos a crear e imaginar en el aire. Otro día seguiremos con lo nuestro. Pero este sábado miremos al cielo. Veamos como Júpiter suelta con tristeza la mano de Venus, la brillante y seductora, después de su eterno abrazo de cinco días y algunas horas. Os cargaréis de vida, os llenaréis de sueños y flotaréis sobre los problemas casi sin rozarlos.

 Ya he reservado mi entrada, como espectador impaciente, y he mirado al cielo durante la noche de ayer. He tentado a la suerte y he salido ganando, desde la ventana de mi cuarto, que da a un patio interior de unos tres metros cuadrados con salida hacia el cielo, he podido ver radiante el baile de los astros como si un pequeño duende pintor hubiera trazado el cuadro para mí en esos escasos tres metros de visión. Allí, a lo alto, brillaban ambos con luz propia concentrados en su acercamiento. Y he podido dormirme viendo semejante conjunción y cargándome de toda su sinergia.

“Confía en la suerte y la suerte se fijará en ti”

ElDisegnadorTipo

P.D. Esta vez no hay ilustración posible. Estoy ocupado mirando al cielo.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Inventario

Hoy fue el día mundial del sueño y que mejor manera de terminar sus horas sino haciendo inventario de ensoñaciones, sueños que parecen realidad y realidades que van más allá de los sueños, de pesadillas que vuelven cada noche y sueños recurrentes a plena luz del día o déjà vécu.

Un día cualquiera la gente suele hacer un inventario general de lo que ha pasado durante la última semana. A veces emplea un poco más de tiempo en hacer el seguimiento de los puntos de inflexión de los últimos años. Y si el tiempo, y el corazón, lo permiten hacen un balance de toda una vida. En la trastienda del mundo de los sueños los inventarios se hacen de otra manera. Se recuerda hacia adelante, se proyectan los objetos del deseo y las invenciones de la imaginación en un tornado de nuevas sensaciones y búsquedas maravillosas.

La última vez que visité el furtivo local fui atendido por la mismísima Psique que fue mostrando uno a uno todos los anaqueles repletos de objetos imaginados e imaginables y empezó a hacerme una clasificación detallada del orden que impera en medio del Khaos. La primera estantería es la de los sueños que se hacen realidad. Justo al lado están los sueños que sueños son y están deseando saltar la balda hacia la primera estantería. Un poco más allá está el rincón de las frustraciones donde se encuentran los sueños que suspiran y todavía laten. En la estantería del fondo y rodeados de cadenas están también los objetos de odio, que gimen, custodiados por barrotes y sacudiendo sus cadenas y gritando a los demás.

En el mostrador, casi dormido, permanece Morfeo sin ánimo de recibir visitas y contando las horas que separan la vigilia del sueño. En la puerta siempre hay una sombra que busca el camino a casa. Antes de salir, Morfeo me tiende un libro de visitas. Esta lleno de firmas de diferentes colores, de esbozos de una vida, de dibujos enterrados en la mente y muchas páginas en blanco que debieron haberse escrito y se quedaron a la mitad. Una vez he firmado la página correspondiente Morfeo se vuelve hacia una pequeña caja fuerte oxidada, marca una combinación y saca del interior un pañuelo gastado con varios objetos: el reloj de plata que en vez de marcar horas marca palabras, la moneda con las dos caras iguales para lanzar al aire ante la duda, el encendedor de gas de la risa, un libro de bolsillo en blanco para leer mis propias locuras, el mapa de metro de mi cerebro con varias rutas señaladas, la estilográfica que nunca se agota y la canica de cristal que todo lo responde. Estos son algunos de los objetos de mi imaginario personal.

La tienda abre cada vez que cierras los ojos, cierra cada vez olvidas, olvida cada vez que sufres y sufre cuando no abre. Cada vez que entres no olvides firmar en el libro de visitas, así sabré que has pasado por allí y podré escribirte una dedicatoria. Y pregunta a Morfeo por tu inventario. En esa pequeña caja están escondidos tus objetos más personales, reales o no, esperando ser encontrados.


miércoles, 7 de marzo de 2012

Idealismos

(De ideal e -ismo).


1. m. Aptitud de la inteligencia para idealizar.
2. m. Condición de los sistemas filosóficos que consideran la idea como principio del ser y del conocer.

Durante toda mi vida me he considerado un idealista, con el consecuente horror de ver como los trámites de ser en potencia a ser en acto han desmoronado por el camino la realidad circundante. La salida más fácil era volver a los cauces “reales” de la vida y ponerte metas “reales” y creerte esas metas a pies juntillas. Pero existen senderos, mi tiempo me ha llevado verlos, que cohabitan entre la realidad y la ficción. Caminos que no existen de por sí, sino que son caminos que se abren a golpe de martillo. Nunca sabes que vas a encontrar detrás, si otra pared o un muro de hormigón, pero la mera intención de avanzar es, al fin y al cabo, el porque de este peregrinaje.

Cuando después de derribar una pared ves un mar calmado y una barquilla esperando, sin duda, empiezas a creer que vas por el buen camino. Cielo despejado, brisa en la cara, mar en calma, la barquilla y tú mismo, libre. Y sin duda estás en el buen camino, pero la mayoría de las veces el gran problema es que la utopía esta muy bien cuando tú la controlas, pero cuando esta se va haciendo grande y la barca no te permite manejar los dos remos con soltura, lo más probable es que termines dando vueltas en círculos. Aquí comienza la tensa espera de ser un idealista: los víveres se van agotando, el sol te quema la cara  y los tiburones empiezan a rondar tus tablas. La primera sensación es sacar una bengala y lanzarla bien alto. Error. Nunca sabes quien va a venir en tu ayuda, si un buque cazador de ballenas o una trainera llena de piratas somalíes. Lo idóneo es sacar el catalejo, disfrutar del paisaje y esperar a que pase por tu lado una barquilla de alguien como tú, que se dirija en la misma dirección. Nadie va en la misma dirección, diréis. Es cierto. Pero al menos lo que dura el trayecto has compartido palabras, te has reído y has dejado, por un momento, de dejar de pensar en tu propia utopía y has conocido otras que se acercan a la tuya.

¿Dónde vas? Voy a una playa inexplorada donde dicen que crecen árboles con hojas ya escritas. Que interesante ¿Y qué tienen escrito? No lo sé, voy allí a leérmelos todos. Interesante, te acompaño. ¡Genial! Oye, ¿ese tronco de ahí no tiene forma de pincel? No, más bien parece una escoba. Acércate que voy a intentar subirme en él para intentar hacer un dibujo sobre el mar. Eso es imposible, no conseguirás terminarlo porque cuando hagas el último trazo ya se habrá disuelto el primero y nadie podrá disfrutarlo. Pero el resultado se queda en mi mente, en eso consiste ser un idealista, cuando tenga tinta y papel podré hacerlo de nuevo y mejorarlo. ¿Y si para entonces no te acuerdas? 


Hasta entonces… ya se me ocurrirá algo.