miércoles, 7 de marzo de 2012

Idealismos

(De ideal e -ismo).


1. m. Aptitud de la inteligencia para idealizar.
2. m. Condición de los sistemas filosóficos que consideran la idea como principio del ser y del conocer.

Durante toda mi vida me he considerado un idealista, con el consecuente horror de ver como los trámites de ser en potencia a ser en acto han desmoronado por el camino la realidad circundante. La salida más fácil era volver a los cauces “reales” de la vida y ponerte metas “reales” y creerte esas metas a pies juntillas. Pero existen senderos, mi tiempo me ha llevado verlos, que cohabitan entre la realidad y la ficción. Caminos que no existen de por sí, sino que son caminos que se abren a golpe de martillo. Nunca sabes que vas a encontrar detrás, si otra pared o un muro de hormigón, pero la mera intención de avanzar es, al fin y al cabo, el porque de este peregrinaje.

Cuando después de derribar una pared ves un mar calmado y una barquilla esperando, sin duda, empiezas a creer que vas por el buen camino. Cielo despejado, brisa en la cara, mar en calma, la barquilla y tú mismo, libre. Y sin duda estás en el buen camino, pero la mayoría de las veces el gran problema es que la utopía esta muy bien cuando tú la controlas, pero cuando esta se va haciendo grande y la barca no te permite manejar los dos remos con soltura, lo más probable es que termines dando vueltas en círculos. Aquí comienza la tensa espera de ser un idealista: los víveres se van agotando, el sol te quema la cara  y los tiburones empiezan a rondar tus tablas. La primera sensación es sacar una bengala y lanzarla bien alto. Error. Nunca sabes quien va a venir en tu ayuda, si un buque cazador de ballenas o una trainera llena de piratas somalíes. Lo idóneo es sacar el catalejo, disfrutar del paisaje y esperar a que pase por tu lado una barquilla de alguien como tú, que se dirija en la misma dirección. Nadie va en la misma dirección, diréis. Es cierto. Pero al menos lo que dura el trayecto has compartido palabras, te has reído y has dejado, por un momento, de dejar de pensar en tu propia utopía y has conocido otras que se acercan a la tuya.

¿Dónde vas? Voy a una playa inexplorada donde dicen que crecen árboles con hojas ya escritas. Que interesante ¿Y qué tienen escrito? No lo sé, voy allí a leérmelos todos. Interesante, te acompaño. ¡Genial! Oye, ¿ese tronco de ahí no tiene forma de pincel? No, más bien parece una escoba. Acércate que voy a intentar subirme en él para intentar hacer un dibujo sobre el mar. Eso es imposible, no conseguirás terminarlo porque cuando hagas el último trazo ya se habrá disuelto el primero y nadie podrá disfrutarlo. Pero el resultado se queda en mi mente, en eso consiste ser un idealista, cuando tenga tinta y papel podré hacerlo de nuevo y mejorarlo. ¿Y si para entonces no te acuerdas? 


Hasta entonces… ya se me ocurrirá algo.



2 comentarios:

  1. qué bonito Fer! pero recuerda que no estás solo aunque lo parezca y el mundo está lleno de idealistas como tú, simplemente somos islas flotantes que nos hundimos y reflotamos y nos volvemos a hundir y volvemos a reflotar.
    Una admiradora "doja"

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  2. ¿"Doja"? Si, está claro que el mundo está lleno de idealistas, muchos de ellos escondidos y algunos hundidos por la realidad, entre los que me incluyo a veces. Gracias!

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