martes, 31 de diciembre de 2019

Te deseo...


...que se esconda el año y termines de recoger la siembra de las últimas palabras plantadas en el desfiladero de tus sueños. Que sea un año lleno de decisiones importantes, con idas y venidas, de plantar y regar mucho, de briega constante y sorpresas, muchas sorpresas, llenas de brotes tiernos.

Que dejes atrás proyectos eternos, que tires por la borda las cajas de sueños que te quiten el tiempo en forma de espejismos. Que calmes tus dolores en la creación y el llanto. Que acabes exhausto lo que más te gusta, bailando al borde del abismo, tirando sobre la bocina, robando horas al sueño. Valdrá la pena.

Que plantes semillas en mentes jóvenes, mayores, niños y defiendas con esmero la posición que yo nunca me creo a pie juntillas, pero que cada vez más ofrezcan ventanas hacia cualquier parte. Que sea el próximo año, en definitiva, un año en que pelees contra diferentes goliaths y no consigas ponerlos de acuerdo hasta bien llegada la madrugada.

Que intentes cerrar heridas abiertas, unas a base de abrirlas, qué paradoja, y otras a base de enterrarlas y poner un enorme cartel de NO TOCAR hasta nuevo aviso. Un año para que derrames todos tus vasos de medias tintas, pero a fin de cuentas un año muy vivo, con instantáneas casi eternas, uno de los más inspiradores ¿Quién da más señores?

Que viajes lo más posible, pero que cada una de tus escapadas tengan un sabor especial. Que no renuncies a ser feliz, con la libertad de mirar de nuevo que otros caminos son posibles y que hagas malabares aún a riesgo de saber que una bola más de la cuenta pueda echarlas todas abajo.

Y al final del camino, que es el principio, te deseo aroma de vino, frases que hacen cosquillas en el desierto, palabras desnudas en el recuerdo y lunas, y estrellas por estudiar a conciencia para seguir contando historias.

Te deseo...



martes, 3 de diciembre de 2019

Detrás de cada palabra

Cree el necio que el escritor es una especie de ermitaño de luenga barba, con pipa y bata, que camina en círculos alrededor de una pira de libros. Cree el iluso que el poeta tiene una suerte de botón, detrás de la oreja, de donde salen como las cartas de una baraja versos alejandrinos con rima consonante en los pares. Cree el mundano que el artista vende su alma al diablo para no tener que vivir de otra cosa más que de su arte.

Bastante se ha escrito de las excentricidades de Hemingway, de Wilde, de Boudelaire, sin llegar a encontrar nada divino en su naturaleza más allá de los garabatos que los hicieron universales. Pero he aquí que el escritor aficionado, el juntaletras, el maldito poeta, busca la inspiración bajo la lluvia, bailando bajo los rayos, en las sonrisas reflejadas en los charcos. Luego escribe dos líneas, las cree sublimes, se jacta ante sus amigos de su talento mientras que la verdad de esta tragedia es que el verso se cuece, a fuego lento, en cada palabra que se lee, en cada escritor que se imita, en cada décima que se trenza. La inspiración se cocina tras las noches de bohemia, en la voluntad del encierro y las sonrisas eternas de las musas, entiéndase por musa no toda la pompa fúnebre del clasicismo más exacerbado sino una frase susurrada bajito cualquier noche, un brochazo con intención de tres años o Rosa es una rosa es una rosa es una rosa…

De cualquiera de las maneras digo lo que pienso y como pienso lo que digo de cualquier manera pues al final va a resultar que el verso es diverso, la novela se desvela y que el cuento lleva descuento y que no hay mejor tormento eterno que escribir sin tiempo, sin poesía y con la cabeza de una guillotina rozando cuello. Cerca de estos burdeles es donde se amotinan los mediocres, donde van a pastar los ciegos, cogiendo palabras en la montaña de basura donde se fabrican las mejores desgracias.

Luego vienen Beckett, Brecht, Perec, te dan un cigarrillo, sin avisar te endiñan un puntapié y te lanzan hacia tus miedos más interiores, los que te levantan a pellizcos de la cama hasta que empiezas a destilar frases en el alambique de tu conciencia y te das cuenta de que al fondo del pasillo a la izquierda está lo que realmente te impulsa a ordenar una letra detrás de otra que no es otro que el latido de un corazoncito mordisqueado por el gusano del deseo.


miércoles, 27 de noviembre de 2019

Esto también pasará


Anoche me contaron un cuento antes de dormir que lleva todo el día dando vueltas en mi cabeza. No quiero resumirlo, tampoco contarlo, tan solo quiero dejar fluir los pensamientos que se han desgajado de mi cabeza después de meditarlos concienzudamente. “Esto también pasará” es una máxima que ha estado ahí toda la vida, en las buenas y en las malas, como un reloj, siempre llevando la cuenta de cuál de las dos iba a tocar llegar ahora.

Cuando estás en el pozo no hay consuelo que te saque las astillas del corazón, pero esta frase da un instante de respiro para apartar a las carroñeras que merodean tu cadáver para ver que pillan, y en ese simple gesto de apartarlas el cielo vuelve a brillar, aunque sea por unos instantes. No estoy siendo complaciente porque la verdad es mucho más puntiaguda que todo esto.

Pero he aquí que llega lo bueno, muchas veces a lo largo de tu vida y por un instante también te ataca la felicidad, te emborrachas de ella y te la guardas en el bolsillo para repetir la cantinela con todo el que te cruzas. Entiendan que no hablo de la plenitud ni del eterno nirvana, pero sí de una buena noticia, un sol naciendo, una carrera bajo la lluvia o de una tímida sonrisa al atardecer donde puede nacer un pequeño sorbo de felicidad plena, porque es igual que lo malo, no dura para siempre.

De nosotros tan solo depende seguir buscando esos momentos y equilibrando el lado adecuado del que tirar para que una u otra duren el mayor o el menor tiempo posible ya que a veces ni el destino nos deja elegir cuando comienza cada una de ellas. Por eso todo al final se encuentra en las palabras adecuadas que alumbran nuestros sentimientos y a veces el silencio puede ser el termómetro más cualificado para saber de qué lado de la balanza nos encontramos. Pero esto también pasará…



domingo, 10 de noviembre de 2019

Alas de papel


Querida, aunque no siempre, humanidad:


Hoy os escribo esta carta sin franqueo porque no habría sellos en el mundo para mandárosla a todos. Anoche me dormí con el espíritu caliente terminando un precioso libro en género epistolar que todo amante de los libros debería leer. En 84, Charing Cross Road se sucede una correspondencia que durante más de 30 años mantuvo Helene Hanff, una escritora americana que vive grandes temporadas de forma precaria, con una tienda de libros de segunda mano de Londres, Marks & Co. En sus cartas pide libros de erudito gusto en una búsqueda de ejemplares bien encuadernados, y muchas de las veces ilustrado, desarrollando a lo largo de las páginas una relación de amistad y afecto que atraviesan no solo el atlántico sino el corazón de todo el que lo lee.

Al despertar, meditar y lanzar mis ojos a las noticias diarias me encuentro con dos noticias escalofriantes. La primera habla del cierre de Círculo de Lectores y su caída en desgracia por culpa de gigantes editoriales y la imposibilidad de luchar contra el gran cabrón de las mil tetas que es Amazon. La segunda habla de la pequeña tienda alavesa Jakintza que a pesar de vencer el algoritmo de Amazon y sobrevivir más de 30 años en los cuales fidelizó una clientela, hizo amistades y desarrolló su pasión por los libros ha tenido también que cerrar sus puertas. En este caso se encontró desgraciadamente con Kutxabank, dueño del inmueble, que pidió su salida inmediata del local sin argumentar razones. Lo obvio es que disfrutaba de una renta baja de larga duración.

Cuando terminé de leerlas me costó un poco más respirar, una vuelta de tornillo más a una vida que nos acelera, nos conduce al abismo y no invita a la reflexión, al cuidado, a parar por unos minutos el tiempo. Y es que de la misma manera duermen el frío manto del invierno una multitud de pequeñas editoriales que arriesgan sus pocos euros para inventar mundos mejores.

Así como Helene Hanff, no puedo concebir una vida sin librerías, con bibliotecas cerradas y libros amontonando polvo porque son los templos donde el conocimiento se condensa, callado y humilde, en calles llenas de inscripciones y portadas ilustradas. Y no comprendo un mundo sin libros, sin dibujos y sin cartas. Precisamente recuerdo que el último regalo que me hizo Círculo de Lectores, ya en los estertores de su desaparición, fue un libro de tarjetas postales españolas, un siglo de imágenes que aún duermen cerca de mi cabeza.

Contra la invasión bárbara de las redes y las pantallas siempre existe el remedio de pasear los dedos por las estanterías en busca de títulos arcanos, de encontrar un oasis de letras en mitad de la tormenta que nos arrastra allí afuera, de buscar nuestras preguntas leyendo las respuestas de otros y, a partir de ahí, construir las alas de nuestros propios sueños.

Atentamente, Silente.

miércoles, 30 de octubre de 2019

Por debajo de la piel


La bruma de días atrás se espesaba en un lamento, me caló hasta los huesos y no encontré otra salida que tender la ropa dentro. Puse la máquina a calentar, busqué trigo en el granero, sacando adverbios del plumero limpié telarañas en el desván de los recuerdos…

Primero cociné los miedos, esos siempre vienen de lejos, son carnes duras, añejas, con nervio. Luego, siempre aparte, guisé los anhelos, esos que por no decirlos se van pudriendo en el trastero. Al final rocié todo con deseo y paciencia “¡Un momento! ¿Y eso dónde se compra?” preguntaba mi conciencia. “¡Ay, compañera, cuánto camino te queda!”

Ahí no quedó todo, porque de especias estaba la olla llena: un pellizquito de humor absurdo, alguna coplilla nueva, dos o tres versos sin dueño, un libro cubierto de pena, la luna por la ventana con su sonrisa victoriana, tres permisos, dos tormentas y una ronda de pretextos. “¿Cuánto queda?” ¡Ya termino!… Con más sueño que paciencia, con más otoño que ciencia, más dolor que daño y con la mantita de la abuela.

Toda esta aventura cuántica , este delirio de vulnerable aroma, empezó el día en que sólo, ante el espejo, quebré mi voluntad en mil pedazos para darme cuenta de que estamos hechos de los pedacitos de otros, que no nos pertenecemos más allá de los residuos de nuestros pensamientos más urgentes. El resto es humo y barro de nuestras guerras pasadas con el mundo, apuntes de batallas de las que solo queda el eco, forzándonos a gobernar nuestras direcciones.

Así despertó el lunes por debajo de la piel, en la frontera del tornado, el rugir de la comedia sin título, el teatro sin público y con nariz de otro payaso… mirando al mar a cuatro grados por debajo de la calma, encontré consuelo escondiendo el sol y coloreando nubes hasta que en el principio de la garganta asomó un rubor con sonido a catarata. Piel que de nuevo se eriza hasta el aroma de otros tiempos, otras vidas que convergen en un abrazo perfecto, el suspiro, el borde del espejo…

Ya de vuelta encuentro a Momo, mirándome a la cara, los coloretes acusan el fin de fiesta, el carnaval en la garganta… El túnel, el chispazo de luz, la escalera de babel, el resguardo de mi cama.

Llegó al fin el Samhain. El fin del verano, la cortina que separa la luz de la oscuridad. La maleta aúlla a mi lado como diciéndome que me vaya, a cualquier parte, debajo encuentro un corazón en ascuas, un canon que despierta engranajes del tiempo, un trocito de cristal que aún se refleja en otro espejo roto, y muchas máscaras escondidas entre las palabras.







sábado, 12 de octubre de 2019

Hijos de la Luna

Cuando escribo lo hago por un motivo, por un impulso que duerme debajo de las historias. Luego ese motivo se desvanece porque una historia se escribe para contar cosas, no razones, y ese disparador se va a dormir a la cueva de la que salió. La historia que se balancea en mis manos nació mirando a la luna y como tal debe terminar.

Quedan un par de páginas por engarzar, un final que debe ser cerrado o abrirlo a la locura de un mal sueño, faltan un par de lecturas por encima para oír el ritmo de las palabras cabalgando el viento, una corrección ortotipográfica exhaustiva y detallada, otra mirada a la eterna vigía de mis desvelos, la luna que desde su altura me seduce con su brillo y me empuja a una espiral de letras que terminan cada noche esparcidas por la cama buscando la forma de reencontrarse en forma de frases.

Una obra, que mucho tiene que ver con con la noche, con lo cotidiano y con el culto mistérico. En el trasfondo siempre la luna eterna, cambiante, mostrando su poder sobre las mareas, sobre las cosechas y sobre la energía y el espíritu humano.

Empecé a escribirla, recuerdo, durante la Luna de Sangre o Luna del Lobo, el rojo del satélite me bañó de lleno y recuerdo esa noche aporrear teclas como un loco hasta bien entrada la madrugada. Luego ha seguido evolucionando, y he tomado la referencia de las siguientes lunas (Luna Azul, Luna de las Flores, Luna de Fresa, Luna de Maíz, Luna de la Cosecha,…) Cada una con sus peculiaridades, sus energías y sus emociones me han arrastrado por un proceso mágico, no siempre atractivo, pero siempre en búsqueda constante de lo oculto, de lo que nadie quiere contar.

Hoy es Luna del Cazador o Luna de Vino y sigo empeñado en sacar esquirlas a unas frases que ya no dan más de sí porque lo han dicho todo. Estoy deseando que llegue la Luna Fría, la que coincide con el solsticio de invierno para echar el largo manto de la noche sobre nosotros hasta cerrar el año, los ojos y las heridas del alma. Son las noches de Luna Fría las más largas del año así que espero su influjo para leer simplemente, disfrutando del sabor de cada palabra, disfrutando de las horas de solitaria vigilia desgranando el proceso creativo con la seriedad de un niño, con la lentitud de un anciano.

Un viaje al lugar que ya nos descubrió Julio Verne, y por sus referencias el mago del cine Meliés. El astro que inspiró la obra de Stanley Kubrick “Una odisea en el espacio” y su inolvidable apertura con música de Strauss. Un paseo intensamente escrito por Julio Cortázar en su “Breve curso de oceanografía”.

Espero que la luna continúe allí arriba con oficio de musa, siendo el faro que alumbre las noches durante todo el proceso de creación y  tenga consideración con este beso que le dedico para convertirla en una de mis hijas predilectas.



lunes, 7 de octubre de 2019

Escribir creativamente


Cuando lees, poco a poco, vas entrando en la madriguera de tus pensamientos, te dejas llevar por las voces de otros, por un sueño medio olvidado o por el decorado de una película que no te pertenece y cuando te das cuenta ya has atravesado el espejo que te separa de tu realidad con el sonido de los coches, el tic tac eterno del reloj y el torbellino de los pensamientos que no deja de chillarte en el hipotálamo.

Ya estás dentro del sueño, pero eres un mero espectador, hasta ahora todo está bien pero… ¿Has tenido alguna vez un sueño lúcido? El sueño lúcido es aquel en que el soñador es consciente de estar dentro del sueño y como tal empieza a actuar con total libertad dentro de la lógica soñada. Este acto de voluntad es lo más parecido al acto de escribir, a poder poner voz a una realidad concreta para manipularla y conseguir cambiarla o tan solo describirla para que otro pueda sentirse identificado en tus palabras.

Una vez emprendes el camino de escribir aparece bajo tus pies el abismo de sentirte leído, el mágico, y a la vez doloroso, acto de sentirse escuchado sin necesidad de levantar la voz y la agradable sensación de poder contar cosas muy personales, muy de dentro, a alguien en el momento que él decida sin tener que perseguirlo eternamente por el pasillo de la súplica.

Para ello por supuesto tienes que armarte caballero con pluma o lápiz, estar preparado para hacer malabares con los versos y tener la confianza de apoyarte sobre un fluido vocabulario, sin llegar a lo estrambótico, pero con la ligereza que da saber que tu mejor arma es la palabra, que puedes sentir hacia afuera y fijar la huella de tu pensamiento en cada frase que avanzas.

Y una vez montado al tren de tus ideas bastará saber que géneros puedes practicar para que tu mensaje sea más efectivo, más tuyo… quizás a través del género epistolar, a través del Haiku, del soneto, de la décima, el cuento, la fábula, la novela.

Hay más, mucho más, toda una vida de esfuerzos para meter los pies en ese trastero llamado literatura. Hay que decidir el punto de vista, el contexto y el tiempo verbal, pero de eso están los manuales llenos y poco se habla de hacer de la escritura un juego, que sea divertido, y escribir desde la gramática de la fantasía, o de la patafísica, usando siempre palabras maleta, bolas de nieve y/o lipogramas. Solo así el camino merecerá la pena.





domingo, 29 de septiembre de 2019

¿Pero qué coño te pasa?


El clima, ese plato de pasta que se está pasando delante de nuestras narices, está entrando en fase de recalentamiento y tú ¿a qué te dedicas? ¿Qué está pasando por esa cabeza? ¿Cuándo vas a bajarte de esa carrera de fondo hacia no se sabe dónde? Es obvio que quiero hacerte sentir culpable, que quiero romper un plato de porcelana en tu cabeza aún a riesgo de saber que el único perjudicado será el plato… escribo esto descargando de una forma semiautómatica toda mi furia sobre un teclado deseando que lo leas y te pongas a contar toda la basura que generas hasta llenarte los bolsillos con tu propia mierda, que no arregles los problemas del mundo desde una barra mientras sigues trabajando para un sistema que puja por destrozarte y que te metas las colillas en el culo cuando fumes en la playa, así le adelantarás trabajo a tu colon…

Probablemente esta sea la reflexión más ácida que hago, probablemente tenga poco de reflexión y mucho de víscera, probablemente… hay días en que quiero ver arder el mundo… y es eso justo lo que pasa y resulta que a estas alturas quizás no haga tanta gracia esa mítica frase de Ilsa Lund a Rick Blaine que dice “El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos” porque por lo que yo he podido ver en las calles hay sitios donde ni siquiera parece que el mundo se derrumbe o tenemos tanto miedo al desastre que nos quedamos agazapados en las madrigueras, con los televisores y videojuegos a toda mecha y nuestros deseos tan vestidos de domingo, tan escasos de sueño y patria que a veces me da la sensación que es más fácil ser malo que bueno, mediocre que excelso, y que el consciente en su ímpetu por florecer pierde la batalla y la vida y va desabrochando poco a poco su alma sobre cualquier cañería. Y al final parece que por más alto que saltes otros estarán siempre mirando hacia otros lados, la mitad de las veces a una jodida pantalla.

 Al final de la escapada seguiré buscando ese infierno florido, esa vulgar disidencia de cielos estrellados y ojos brillantes de sueños idealistas, que al final lo que no te mata te hace más fuerte, y que el futuro ya puede venir a buscarme con sus inexorables manijas de hierro y cristal que aquí lo espero palabra en ristre, la mirada encendida, la barbilla levantada y no estoy dispuesto a regalarle un segundo de desidia.

Beatus ille que encuentra su locus amoenus, ya que Tempus fugit, así que Carpe diem, porque Memento mori,  y como alea iacta estgaudeamus igitur, Hic et nunc porque forest fortuna adiuvat y aunque Amor omnia vincit recuerda que Ars longa, vita brevis y que amare et sapere vix deo conceditur.

Si piensas que no puedes cambiar nada ya has perdido la batalla, si sólo buscas lo que te conviene ya has perdido la consciencia.



sábado, 10 de agosto de 2019

Los venenos de otros...

"La función del escritor siempre basculó entre la del compromiso social y la del goce estético. Desde el primer día que agarré un papel y un bolígrafo con la firme intención de dedicarme a este viejo oficio procuré cumplir con las dos. Me resulta, incluso antes que un oficio, una necesidad recrear la belleza en cualquiera de sus formas, tanto para denunciar todo aquello que en mi mundo y mi tiempo se me antoja mejorable. Siempre he admitido la crítica porque es de lo que más me alimento para seguir aprendiendo, para mirar las cosas desde perspectivas nuevas y distintas. Incluso cuando he recibido algún insulto me he planteado su por qué, pues nunca descarto haber sido yo quien haya metido la pata y haya abierto una herida injusta donde no debía o no quería. Al igual que a Chaplin, a mí también me encanta sentir la deliciosa libertad de equivocarme (para rectificar, se entiende). El problema surge cuando me leen quienes, además de no saber leer, no mantienen el mismo sentido de la autocrítica. Entonces es cuando aparece lo que desafortunadamente muchos llaman "polémica", que en la mayoría de los casos no es más que el enfrentamiento entre un punto de vista razonable o razonado y otro punto que, por irracional, ni siquiera es de vista.

Las redes sociales han hecho posible la participación activa en el universo de la opinión de mucha gente que sabe lo que dice... y de otra que no. Si me apuras, más del segundo grupo que del primero. O a lo mejor, como los más brutos siempre son los que hacen más ruido, es que me da esa impresión.

A propósito de estos artículos, y eso que yo ya ando curado de espantos, he conocido y descubierto de manera más triste, real y profunda la auténtica dimensión de la ignorancia y la incultura, de la brutalidad, el fanatismo y la locura en sus expresiones más lamentables: un desgarrado argumento a favor de la desesperanza para la construcción de una sociedad más justa y adulta. Quien siembra vientos recoge tempestades, es cierto. Pero los hay que siembran tempestades directamente, y luego enfurecen cuando les roza el aire. Y responden volviendo a sembrar tempestades iguales o mayores, por si en el aire del que hablo quedase alguna duda acerca de su calaña..."

Juan Carlos Aragón
Los últimos versos del capitán veneno, 2015

Cito hoy las palabras, los vientos o venenos, de otro, del Único, genio de las palabras e inquebrantable defensor del orden social, patriarca de una Chusma Selecta, un Prometeo de la cultura gaditana y tantos otros títulos reales o ficticios de los que podría ser poseedor. Ayer deambulando por las librerías de Cádiz me encontré con este tesoro velado, esta ínfima porción de genio, este pasaporte al pensamiento culto.

Anoche no pude dejar de leerlo hasta bien entrada la madrugada... y hoy mastico una a una sus palabras y las más inoportunas, las que se quedan haciendo surcos en la garganta, las he sacado para airearlas en el cordel de mi memoria.



lunes, 29 de julio de 2019

Tiempo al tiempo

Le pediste tiempo al tiempo
y se nubló mi mañana,
arrastrada por el viento
escapaste del tormento
y se secaron mis palabras.

Cada noche que se alarga
el sueño te vencerá
si un verso desata
el hilo de telaraña
que te vuelva a despertar.

Y voy tejiendo
el recuerdo de tu ausencia
olvidando sin piedad,
improvisando,
a mis miedos voy retando
en busca de la verdad,
de mi verdad.

Y no ha llegado,
el descanso no ha llegado,
el consuelo de un abrazo,
un tornado de emociones,
paraíso de canciones,
el desnudo en mi regazo.

Y no ha llegado
el trasiego de tu baile,
mariposas en el aire
y la brisa en tus labios.

No dejes de caminar
el laberinto de mis dudas
que pronto terminará
en el palacio de la luna.

Ya te estoy viendo venir,
voy parando de escribir
para mirarte a los ojos,
Poesía vuelve a mí...

no me dejes nunca solo.


viernes, 17 de mayo de 2019

oh, capitán, mi capitán...


Hoy no hay consuelo ni en palabras de Whitman, ni Weir, ni Williams... en la tacita también tenemos un poeta, un capitán, un peregrino, una eminencia. El carnaval se queda huérfano y medio, los ladrillitos del falla no lucen hoy tan rojitos y la luna ni se enteró de que llegó la oscura noche del alma.

Ya se marcha el veneno de las fiestas a la tumba de los tiempos y deja la calle desierta, el corazón templado, el futuro incierto. Como en sus manos la mafia nunca fue tan justa, los pobres tan ricos, y los del sur tan del sur.

Me han dicho que la locura es el peor de los males que te condena a arrastrar cadenas y el que no arrastra cadenas no cree en el cielo inmenso de los pobres, no ama la calle y no peregrina hasta el corazón de su pueblo para terminar siendo inmortal como él lo es dentro de un pasodoble interminable.

Dicen que pueblo que canta espanta sus males… así que sigamos cantando, y sobre todo sigamos afilando la pluma porque se fue un estandarte de la palabra, de la ironía y de pasárselo todo por la torre de preferencia.

Si caminito del falla el corazón te palpita, la puerta estaba cerrada y tú que estás ahí mirándome tal si yo fuera un loco cantando al templo de momo deberías saber qué el mundo se divide en dos, los que sacrifican la palabra libertaria porque piensa que la murga que se calla y no dice lo que siente sienta bien a los poderes y hay quien hace suyos los últimos versos del capitán veneno.

Ya solo decir de corazón que si alguien aquí se molesto… pues que le den por culo… yesterday ¡yeah es mi ley, come on baby con los yesterday!



miércoles, 24 de abril de 2019

El palacio de las letras


Ayer fue el día del libro. El día que aprendí a soñar fue cuando puse un libro bajo mis párpados antes de dormir. Como hijo adoptivo de las musas me fui buscando la sombra del árbol del palacio de las letras. Deambulaba por un dédalo de callejuelas de la duda cuando di a parar ante una enorme puerta custodiada por dos caballeros en duelo, uno era la Educación el otro la Cultura. Sin decantarme por un vencedor crucé el umbral y sentí que un muro de letras me miraba expectante desde su anaquel hasta que pude alcanzar el primer rellano de la escalera.

En lo que parecía estar a salvo de tan escrutadora mirada me alcanzó el veneno de una música que sonaba desde algún lugar lejano de un patio donde alguien tocaba una conocida canción de Yann Tiersen.

Las letras seguían agazapadas en sus libros, mirando sin perder detalle de mis dubitativos movimientos, hasta que llegué a ese patio renacentista, donde el piano esclavizaba el talento de un joven intérprete que ahora buscaba con los ojos cerrados las notas de Yiruma.

No pude hacer otra cosa que sentarme en una silla cercana, como aquel que busca una derrota, mirar arriba y ver un bosque en la sala superior, un paisaje lleno de conjeturas para entrar en un teatro mágico, no para cualquiera, donde anidan las semillas de los cuentos por leer, de poetas enturbiados por décimas de fiebre o dibujos que duermen en novelas olvidadas.

Pensé que era Borges el demiurgo que hacía alarde de sus cualidades a través de mis sueños, pero eché mano a mi bolsillo, vi que allí se alojaba un conejito blanco y sonreí a Cortázar, o a Sir Lewis, a Gabo y Cervantes tomando café de máquina, todos estaban allí esperando.

Entonces abrí un libro y desperté de nuevo. Pero el palacio seguí estando allí y era real. Y en él trabaja gente que lucha porque ese lugar siga siendo un palacio, un templo, un refugio.

Y en ese momento me fui cabizbajo pensando que el templo donde leí mi primer libro, el templo que debería  ser el cordón umbilical que nutriera la cultura del pueblo que me vio nacer no es más que el almacén de los olvidados, una habitación donde los trastos se amontonan y no existe en la memoria de los que dicen que mandan para ayudar a los otros.

Pensamos, o eso parece, que hacer política es buscar masas a las que contentar, todo cuenta si hay un número suficiente para parecer importante. Pero la realidad es que los libros son esos sabios tímidos que no van a ir a abiertos a buscarte y para ello hacen falta letrados ilusos, utópicos guardianes del lenguaje que aguanten impávidos como el pastel se come por otros lados mientras se desdeña la educación, que implica directamente el acto de comunicación, en pos del puro espectáculo cansino y descerebrado de las urnas.

Rebusquemos en el tío vivo de nuestras infancias y descubriremos que el verdadero glamour está en el Arte.



jueves, 4 de abril de 2019

Como hacerse de oro...


Hoy traigo el ejemplo más claro de como alguien llega a hacerse de oro. Seguro que muchos leerán esta reflexión con ansia de ponerla en práctica, luego con escepticismo y finalmente con frustración. Si no abandonan y continúan hasta el final quizás vean un resquicio de esperanza al fondo. Lo primero es confirmar dos premisas, que nadie se hace de oro de la noche a la mañana, y la segunda, el que es oro es porque ya lo era antes de que alguien viniera a confirmarle que lo era. Explicados estos dos aperitivos continuo mi discurso

Hoy me he levantado con una sonrisa radiante, con la alegría en el cuerpo de que un tribunal europeo me confirme lo que yo ya sabía hace tiempo, que tengo una hermana de oro, ¡de oro puro! En Rimini, Italia, a 3 de abril del 2019, mi hermana se ha llevado una medalla de oro en lo que la ha caracterizado toda su vida, la voluntad férrea de hacer las cosas. No la felicito por el taekwondo, ni por la disciplina marcial que conlleva participar en un campeonato europeo. Más allá de eso creo que su mérito se construye de las pequeñas cosas que moldean en los momentos de duda la clase de persona que es.

Porque llevamos lustros viviendo y sufriendo que los medallistas son personas ganadoras obcecadas en su objetivo, que ha creado una generación de sufridores abnegados que a veces roza la egolatría asocial escondidos en sus interminables entrenamientos, sus dietas animalescas y cayendo, en muchos casos de élite lo hemos visto, en drogadicción química para sostener un imperio en el aire.

En este caso, el oro se lo lleva alguien para lo que esto del taekwondo es siempre una segunda opción. El oro es para la que consiguió su cinturón negro con vida ya en su vientre, la que mientras imparte sus clases mira con el rabillo del ojo el móvil por si suena la batseñal de que algo le ocurre a su pequeño patrimonio carnal, la que se cuelga una medalla de oro con bracitos de niña cada tarde que llega a casa después de entrenar.

No se le entrega una medalla de oro, se le entrega una bombona de oxígeno para continuar la lucha, se le otorga la confirmación de que sus esfuerzos, a veces más allá de lo extraordinario, valían su peso en oro, le devuelven aquella sonrisa que se le caía las tardes en que dudaba de todo y pretendía no competir, no clasificarse, no viajar al europeo, no dejar ni un segundo el endémico puesto de madre.

¿Eso es todo? ¿Alguien pensó por algún momento que iba a hablar de dinero? por supuesto que sí, partiendo de la base de que el tiempo es oro y se paga con pactos. Pactamos para darle nuestro tiempo a otros, unos por un rato, otros de por vida, y a veces no nos damos cuenta de la trampa de que no hay negocio honesto, ni trigo limpio, ni tiempo para todo.

No habría oro si no hubiera padres batallando en la retaguardia, si su comprensión de que todos los caminos de la vida se hacen por voluntad propia y no por unas directrices basadas en un pacto contraído antes del nacimiento, si los abrazos que recibimos de pequeños hubieran estrangulado nuestra libertad en vez de darnos alas para soñar, si el fracaso hubiera estado alguna vez manchado de culpas.

Ese es el milagro del éxito, cuando llega, y de la vida donde no siempre es oro todo lo que reluce.