Existen muchas historias que acaban con un beso, pero
hasta donde os puedo contar esta historia arranca con un inocente beso de una
tarde de mayo. Un beso. Desde que empezó hasta que terminó no tendríamos tiempo,
ni conocimientos, para saber su recorrido pero podemos suponer que ese beso sigue
vagando a través del tiempo y va madurando, probando, moldeándose de boca en
boca.
En estos tiempos en los que los besos asustan, el miedo se ceba con
nosotros, desde cada ventana nacen besos prisioneros que se escapan como
palabras y que van a caer en los oídos de otros.
Y es así como el joven beso empieza su ciclo, nacido
casi de un rosa etéreo hasta ir cogiendo cuerpo en otros labios más rojos, más
maduros, es entonces cuando nuestro beso toma consciencia de lo mucho que valió
la pena darlo, desde el primero hasta el último. Y aunque muchos hermanos,
besos de todas clases, vinieran detrás solo uno fue el primero. Solo un primero
de cada boca. Así que nos cabe pensar donde iría a parar este primer beso, este
en concreto, abriendo el camino al suspiro, a la reflexión de hasta donde habrá
ido a parar nuestra primera demostración de amor, o si aún está en alguna boca
esperando el siguiente asalto…
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