jueves, 4 de abril de 2019

Como hacerse de oro...


Hoy traigo el ejemplo más claro de como alguien llega a hacerse de oro. Seguro que muchos leerán esta reflexión con ansia de ponerla en práctica, luego con escepticismo y finalmente con frustración. Si no abandonan y continúan hasta el final quizás vean un resquicio de esperanza al fondo. Lo primero es confirmar dos premisas, que nadie se hace de oro de la noche a la mañana, y la segunda, el que es oro es porque ya lo era antes de que alguien viniera a confirmarle que lo era. Explicados estos dos aperitivos continuo mi discurso

Hoy me he levantado con una sonrisa radiante, con la alegría en el cuerpo de que un tribunal europeo me confirme lo que yo ya sabía hace tiempo, que tengo una hermana de oro, ¡de oro puro! En Rimini, Italia, a 3 de abril del 2019, mi hermana se ha llevado una medalla de oro en lo que la ha caracterizado toda su vida, la voluntad férrea de hacer las cosas. No la felicito por el taekwondo, ni por la disciplina marcial que conlleva participar en un campeonato europeo. Más allá de eso creo que su mérito se construye de las pequeñas cosas que moldean en los momentos de duda la clase de persona que es.

Porque llevamos lustros viviendo y sufriendo que los medallistas son personas ganadoras obcecadas en su objetivo, que ha creado una generación de sufridores abnegados que a veces roza la egolatría asocial escondidos en sus interminables entrenamientos, sus dietas animalescas y cayendo, en muchos casos de élite lo hemos visto, en drogadicción química para sostener un imperio en el aire.

En este caso, el oro se lo lleva alguien para lo que esto del taekwondo es siempre una segunda opción. El oro es para la que consiguió su cinturón negro con vida ya en su vientre, la que mientras imparte sus clases mira con el rabillo del ojo el móvil por si suena la batseñal de que algo le ocurre a su pequeño patrimonio carnal, la que se cuelga una medalla de oro con bracitos de niña cada tarde que llega a casa después de entrenar.

No se le entrega una medalla de oro, se le entrega una bombona de oxígeno para continuar la lucha, se le otorga la confirmación de que sus esfuerzos, a veces más allá de lo extraordinario, valían su peso en oro, le devuelven aquella sonrisa que se le caía las tardes en que dudaba de todo y pretendía no competir, no clasificarse, no viajar al europeo, no dejar ni un segundo el endémico puesto de madre.

¿Eso es todo? ¿Alguien pensó por algún momento que iba a hablar de dinero? por supuesto que sí, partiendo de la base de que el tiempo es oro y se paga con pactos. Pactamos para darle nuestro tiempo a otros, unos por un rato, otros de por vida, y a veces no nos damos cuenta de la trampa de que no hay negocio honesto, ni trigo limpio, ni tiempo para todo.

No habría oro si no hubiera padres batallando en la retaguardia, si su comprensión de que todos los caminos de la vida se hacen por voluntad propia y no por unas directrices basadas en un pacto contraído antes del nacimiento, si los abrazos que recibimos de pequeños hubieran estrangulado nuestra libertad en vez de darnos alas para soñar, si el fracaso hubiera estado alguna vez manchado de culpas.

Ese es el milagro del éxito, cuando llega, y de la vida donde no siempre es oro todo lo que reluce.



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