Hoy nos deja un Grande, un genio, un mago de la guitarra,
además de referente universal del flamenco. No solo por grande sino por
compatriota, porque nació en la misma ciudad que yo, en la punta de Europa, con
vistas a Gibraltar hacia un lado y África al otro. Nos deja sin duda una buena
discografía y personalmente me quedo con canciones que me han aportado muchísimo en mi vida y, sobre todo, que me han hecho sentirme transportado a un trocito de mi tierra. Algunas de las que podría aconsejar son Entre dos aguas, Guajiras de Lucía, Río de la miel, Albaicín o Almoraima (hoy me pasé el
día escuchando estas y otras muchas piezas).
Paco de Lucía sin duda fue un motor incombustible, con la
impronta genuina del genio que es hacer grande a todo el mundo a su alrededor.
No era de extrañar que terminara aliándose con Camarón (aunque su estela vital
fuera más alargada que la del isleño) y regalando a todos los aficionados al
flamenco uno de sus mejores momentos de vida. Pero Paco siguió y finalmente,
aunque temprano, podría decirse que ya había conseguido casi todo lo que se
había propuesto, que fue deslumbrar, convertirse en un músico de frontera, ser reconocido mundialmente y ser considerado
un maestro en su arte.
Sin duda se me queda clavada la espinita, quizás el rosal
entero, de no haberlo visto desde hace ya mucho tiempo subido a un escenario.
Haberle dedicado un garabato de admiración, de consideración a su arte y de compartir
un par de palabras con el mismo acento.
Como decía el bueno de Julio Cortázar tras enterarse de la
muerte de Jean Cocteau, “…un pedazo de mí también caía muerto sobre los
manteles, entre frases convencionales”. Y es que al final la cultura y el respeto
por los que hacen de ella un rinconcito mejor forman una parte indispensable de
lo que somos. En esencia estamos formados por un collage de libros que leemos,
de cuadros que observamos, películas que vemos y música que escuchamos. Y
cuando una de esas cuerdas caen, la marioneta que somos deja arrastrando una
parte de esa conciencia.
Descanse en paz, Maestro, dedíquenos desde lo alto una de
sus guajiras para que levantemos la cabeza a las nubes y sepamos que la sombra de tu arte es alargada.
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