Hace tiempo que no me asomaba al balcón de mis reflexiones. Quizás
no tenía pensamientos propios en los que refugiarme o es que mi producción de
pájaros de barro ha sido, en estos meses, más bien escasita. No obstante sí que hubo movimiento interno, una orquesta de sonidos que se ha mudado a mis
pulmones, una vía de acceso inhabilitada y un botiquín lleno de subterfugios
para paliar la falta de excesos. El dragón duerme rodeado de nubecillas de
clorofila y el pecho lucha por no salirse de su órbita. Sí, han sido muchas noches
de limón y miel penando por desfiladeros de paños calientes, muchos día a día
encerrado entre cuatro paredes sin pánico y con la desidia del que no sabría a
donde ir si pudiera.
De tan poco abastecerme de residuos sociales he llegado a
pensar que todo cuanto acontece fuera no es más que un reflejo retroalimentado de una mente cibernética y adicta a hacer
chapuzas mentales, o una transmigración de raíces tentaculares que poco o nada
tienen que ver con los tejidos neuronales salvo en la endiablada capacidad de
transmitir sensaciones, noticiarios de las tres u otras lindezas a la velocidad
del vértigo. No sé si alguna vez os habéis sentido en este estado de flotación en
que el mundo transcurre frente a vos como una lámpara encendida y cuando
conectáis el modem de 56 kbps todo se vuelve lento y pesado hasta la náusea y
necesitáis escapar a vuestro habitáculo a riesgo de empezar a proferir
improperios ante una realidad tan zafia y cargada de inmundicias morales.
Por no hablar de la asfixiante atmósfera de caos y
corrupción mental a la que nos someten, no lo olvidemos, nuestros semejantes (supongo
que ese ha sido el principal motivo de mi necesidad de ponerme la máscara).
Porque a fin de cuentas no son ni más que nosotros ni por supuesto mejores y
sin embargo se las ingenian para sobreponerse como élite, más cercana al
Eccemono que a la Gioconda si les sirve de consuelo.
Una sociedad debe aspirar a ser digna de elogio y para ello
el poder no serviría ante ojos de nadie si le diéramos la vuelta al pensamiento
de que tanto tienes tanto vales y lo
convertimos en la realidad más objetiva, tanto sabes hacer, tanto mejor eres.
No pararé de demostrar que ese es el auténtico camino hacia la sabiduría, el
conocimiento vedado y la consecución de la paz personal. Cuando consigas eso
podrás desearle la paz a tu hermano y enseñarle a conseguirla para así hacer
una red social real y sin caralibros. El ya lo haré luego, eso no sirve para nada,
quien se creerá ese que es o el vuelva usted mañana son vestigios de una
escatología moral imperante y una moderna falta de juicio y autocrítica.
Ante tal alienación de los sentidos ando preparando en mi
invernadero de ideas una nueva piel sintética y aislante de gente tóxica, una
serie de mecanismos con ruedas dentadas capaces de hacer supurar la bilis, amén
de una nueva cara de acero galvanizado para poner una y cien veces la misma mejilla rompe manos a todo
el que se atenga, mi guantelete de seda para poder generar
cultura a manos llenas y pies de plomo para andar anclado a la
tierra que nos vio nacer.
“La voluntad y el deseo de mejorar son los mejores
materiales con los que se fabrican los cimientos de los sueños”
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