La identidad, ese angosto y obsesivo camino al
autoconocimiento, a la búsqueda de uno mismo a través del reflejo que conforma
todo tu contexto. Siempre he usado esa necesidad imperiosa de manifestarme en
la búsqueda de la identidad del retratado dejando toda una serie de anzuelos y
trampas a su alrededor que rápidamente lo llevaran al rincón oscuro de mi
simbología mágico-lúdica.
Esta vez, esos pequeños bocetos de bar, esos trozos de
cristal esmerilado, se han vuelto felizmente en mi contra y de las manos de
otros han eclipsado mi mirada durante toda una noche, minados de sombreros,
varitas, barbas, música y todo tipo de artilugios variados, formando un collage
de dibujos, cariño y buenas intenciones, sin vencedores ni vencidos.
La grandeza de este pequeño juego es bien sencilla y
maravillosa, ¿qué dibujo? Psicológicamente he descubierto tres grandes tipos de
creadores. La gran mayoría han tirado de
espejo y han sacado las chisteras, un menor grupo ha optado por la técnica del
cristal y se han retratado a ellos mismos como participes de mi contexto y han
regalado su esencia y por último un minúsculo grupo que ha congelado un momento
en su mente y lo ha plasmado en forma de chiste interior entre él y yo.
Cuando elegí hacer bellas artes también tenía una segunda
opción, psicología. Con el tiempo no cambiaría la primera por la segunda, pero
si la complemento cada vez más en el día a día. Y francamente esto ha sido, ad
litteram, un estudio sociológico que me ha regalado mi contexto sin ningún tipo
de desperdicio.
Por eso, lejos de comparar estilos o técnicas, hay
auténticas grandezas en ese apartado, me he congratulado en ver el nivel de
introspección del dibujante que es el tema que últimamente me fascina del arte.
Todo esto no son más que ralladuras de limón del sorbete de mi mente para leer
senderos invisibles entre líneas.
Creo que en general nos sentimos orgullosos de formar aunque sea un momento parte de tu obra, y sobre todo saber que ha sido grato para tí, e incluso sorprendente.
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