Anoche terminé de leer una novela de Paul Auster. Uno de esos escritores que lees y te
enganchan pero que rápidamente empieza a abrir puertas en su narración que
terminan metiéndote en un laberinto de espejos del que tienes que estar muy
lúcido para salir indemne.
El ojo
del oráculo es una novela que ya leí, y ahora al releer tenía la sensación de
que llegado a un momento del libro se abría una puerta que la otra vez estaba
cerrada y me llevaba a otra novela distinta. Y realmente tras esa puerta se
encontraba un pensamiento, una pregunta que llevaba unos días haciéndome sobre
mi forma de escribir.
Curiosamente
en la novela cuentan, como de pasada, un acontecimiento que ocurrió una vez ya
escrito, como un vaticinio, como un aviso. Y desde entonces no paro de buscar
indicios y señales en cosas que ya escribí, viendo que siempre escribía hacia atrás,
rememorando y adaptando, llenando recuerdos de pintura para crear nuevos universos. Pero a fin de cuentas escribiendo un poco del recuerdo, lejano o cercano y siempre en otros universos muchas veces metaliterarios.
Pero…
¿Y si probara a escribir hacia adelante? Podría hacer un experimento, un
intento de vaticinio inmediato y retar a Auster, a Nostradamus y a Moros, según
la mitología griega el escritor del libro del devenir, a ver si las palabras
pueden definir el destino de alguien.
Si no
consigo mis objetivos al menos sabré que he escrito una historia alejada de
tintes dramáticos. Si lo consigo… No me esperéis por aquí en algún tiempo…
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