Siguiendo con la tónica de "no voy a desearte felices fiestas" ahora llega "no voy a hacerte un regalo".
Como decíamos ayer, cuentan que un regalo es un gesto
inherente de altruismo, es cierto, pero cuando es una fecha la que determina
cuando tienes que hacer el regalo deja de ser ese acto de altruismo y se
convierte en un acto de comunicación. Marcel Mauss realizó en 1925 un estudio
en profundidad sobre el proceso que encierra un regalo, identificándolo con el
intercambio de obligaciones mutuas fundamentado en el esquema de dar, recibir y
devolver.
Lejos ya de las garras de las navidades lanzo mis papus
pilosos (es el nombre científico de los frutos que esparce un diente de
león) al viento para no parecer que mis decisiones son fruto del azar y la
subida de azúcar de las fiestas sino de una profunda y calmada reflexión.
Cuando era pequeño, al menos mi infancia estuvo marcada así,
recibía regalos solo una vez al año, los reyes magos de oriente y algún detalle
en cumpleaños. Los tiempos cambian, los años no pasan en balde, nos aprietan
las deudas, nos volvemos adultos en un mundo de niños y nos dejamos llevar por
un exceso de hedonismo que clama al cielo cada cumpleaños, amigo invisible,
Papa Noel, Reyes magos, Ratón Pérez, despedida de soltero, boda, San Valentín,
Buenas calificaciones, etc, etc, etc donde se pierde el sentido de la
existencia por el sentido de la concupiscencia.
Pido perdón y comprensión a todo aquel que siendo creyente y
disfrutante de esta fiesta del nacimiento de Dios me acompañe a clausurar estas
fechas que se han convertido en acervo del capitalismo y se atrevan a recorrer
el túnel de mis palabras hacia un lugar remoto, más allá del cristianismo para
remontarnos a cultos sumerios y egipcios antiguos que a través de festejos
dionisiacos se fueron extendiendo por toda Europa y a América por navegantes
españoles y portugueses.
¿Y qué es el carnaval? Un período de permisividad y
descontrol que ayudan al cuerpo y a la mente a desahogar el control al que nos
somete la vida. En la antigua Roma había un personaje llamado Momo, hoy día un
símbolo del carnaval de Cádiz, que simboliza la burla, el sarcasmo y la agudeza
irónica. Dios de los escritores y poetas. Un ser hijo de la Noche, hermano de Sueño
y Muerte, que hace uso de una sátira pertinaz y su espíritu de inculpación
malintencianada y crítica desmedida.
Así que dejándome poseer por el espíritu de Momo os reto a
enterrar una fiesta blanca cuyos valores no pasan del exceso y la desidia, por
el súbito desenfado, el humor, y la agudeza verbal, la música y el color que
además promueve gratamente la moral necesaria para que un pueblo se comunique y
sea, al fin, soberano.
Nos vemos el 10 de febrero, hasta entonces…estaré escuchando
carnavales.
Y… aunque afirme que no de regalos vive el hombre… hay algunos
que llegan inesperados, desconcertantes, fuera de lugar y tan ingenuamente adecuados… que
terminan siendo los mejores.
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