En la antesala del exilio se encuentran los recursos que
siempre estuvieron ahí contigo, los que nacieron de tus primeros deseos y se
irán a la tumba cosidos como tu propia sombra.
De estos vacíos nace entre tus manos la posibilidad de
invocar el horror vacui, el llenar espacios, el cubrir huecos, la verborrea
gráfica. No hay copas de más sino quizás de menos, no hay lágrimas de
tristeza sino mordeduras de dolor o quién sabe si no son razones de más sino días
de menos.
Cualquier camino es el buen camino hasta que no hay camino y toca de
nuevo echarse a la mar. A veces hay tres caminos y una nube de moscas
dispuestas a no colaborar. Los carteles son indicaciones hasta que la arena
tapa la carretera y toca vadear el desierto de los anhelos, con frío, lluvia y escozor
de tuétano.
Hagas lo que hagas, si miras al centro del abismo el horror
vacui te dirá que sigas hacia adelante, hacia atrás, a la derecha o a la
izquierda. Que sigas hacia donde sea, pero sigas. Que pararte es convertirte en
estatua de sal y seguir es evitarle un disgusto al destino.
“Los días son para las nubes, las noches para las estrellas”
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