Esta vez me he quedado como los bancos de este país, no doy
crédito. Como tantas personas que vivimos en nuestra nube me he vuelto a quedar
sin agua de tanta que está cayendo en los bolsillos de la corrupción chabacana
de unos cuantos. Sin embargo esos cuantos se han gastado unos cuartos en callar
a unos cuantos más, al parecer la ley de vida de este país de poderes
mediocres. Probablemente, llegada a esta reflexión, me doy cuenta de que el
problema reside en que los grandes honestos que abundan, no todo es mierda, no
aguantan los codazos ni los pisoteos de pasillo de colegio que se dan en los
ministerios y sedes de este país porque gobernar entre necios y mediocres debe
ser un desaliento hasta para el más grande de los genios.
Y así sucesivamente, el poder ha pasado de ambiciosos sin
talento dejando por alto la cualidad más necesaria en alguien de ese calibre.
El carisma. El carisma brilla por su ausencia y dados los tiempos que corren y
el acomodo de los grandes tiranos, ya sean empresarios o políticos, ha servido
para nutrir en las cabezas de chorlito que todo intento de carisma sea
extinguido en el acto. Didácticamente lo podríamos metaforizar en el ataque de
las hienas que rondan en los prados hasta que el signo de debilidad del león se
convierte en el aliciente para atacar y destronar a la fiera. O al elefante si nos ceñimos a
términos borbónicos. Esto nos ha llevado
a dejar de ser leones para convertirnos en ovejas de redil y pensar que la vida
no permite retar a la mediocridad y mirar a los ojos al poder. Pero, esto no es
más que mi pequeña opinión, creo que nos equivocamos en dejarnos llevar por la
ira de grandes manifestaciones y enormes destrozos. Todo cambio enorme parte de
pequeñas acciones, de ponerse a prueba cada día, de mirar diez metros más allá,
pensar lateralmente y enfundarse de una honestidad a prueba de bombas.
El término “político” ha tocado fondo en este país, la demagogia
ha engordado tanto que se sale de las fronteras y sin duda alguna si hay una
crisis en este país es de ideales. Llegó la hora de los nuevos ideales, de los
utópicos. De hacer un nuevo mapa mental de lo que somos y de lo que queremos
llegar a ser. Mi patrón me dicta que hay que armarse de una honestidad salvaje,
de no dejar correr una brizna de aire entre tú y el que se muestre superior a
ti, de denunciar en silencio, de tú a tú y con la mirada inyectada. De formar
células unidas por la honradez y usar anticuerpos carismáticos y con la cultura
como baluarte. Líderes, al fin, que merezca el pueblo. Pero no el pueblo que
pone la mano y retira los ojos sino del que castiga con los ojos y retira la
mano. El pueblo que debería gobernar. Como el pueblo que destronó la corrupción
en Islandia y cuyos méritos han sido tan sofocados por los medios de este país
de cobardes y villanos. Hay un pueblo debajo de las madrigueras, hay un corazón
en cada uno de esos pechos y, en definitiva, hay una vida que hay que ganarse.
Excelente!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo.
"Sé el cambio que quieres ver en el mundo" (Gandhi)
Es curioso, todo esta reflexión vino porque me estuve leyendo la biografía de Gandhi. Así que una vez más te aplaudo la capacidad de elegir siempre la cita adecuada.
ResponderEliminar