El cuaderno dorado, Ojos azules, El segundo sexo, Una habitación propia,... Tanto por leer, y tanto de mujeres que tanto nos tienen que decir que no hacerlo cuando eres consciente resulta casi paradójico. Pecamos de que la revolución se hace por fuera, que todo el mundo tiene que saber que luchamos por la defensa de unos derechos universales, que los hombres apoyamos esa lucha (y no solo apoyarla sino hacerla nuestra) y no nos llegamos a dar cuenta que hace ya tiempo que esa lucha empezó a ser interna.
Y las forma de ganar esa batalla interna es primero leyendo y segundo reflexionando. Si quieren que el pensamiento feminista y revolucionario se desarrolle no tenemos que remitirnos al ahora, Simone de Beauvior escribió el segundo sexo en 1949. Y no tenemos que remitirnos a Simone, pues las sociedades primitivas eran matriarcales y basadas en el culto a la naturaleza. Saquen conclusiones y para el que no llegue a comprenderlo háganle un favor y compren un libro escrito por una mujer ya sea Simone, Jane Austen, Doris Lessing, por poner algunos ejemplos demasiado claros, pero no caigamos en la autocomplacencia de que como no podemos manifestarnos no estamos ejerciendo nuestro derecho porque como en los momentos de gran dolor, para esto también la manifestación va por dentro.
No hagamos una revolución levantando el puño, hagamos una revolución abriendo un libro, regalando libros, leyendo palabras que deberían remover por dentro un sentimiento de batalla, que deberían calar en cada hombre para hacerlo comprender que es tan culpable de la situación, aunque la apruebe, si simplemente no se implica.
Si se leyeran más obras de mujeres sublimes se minimizarían las guerras, esas voces calladas que habitan en los libros nos pueden enseñar más en una tarde que una manifestación... No hay mayor manifestación que las palabras certeras de un libro atropellándote...
Os dejo este reflexivo fragmento de una de las escritoras que mejor ha representado con sus palabras la lucha por la igualdad de la mujer consiguiendo convertirse por mérito propio en un referente de la literatura universal:
Una habitación propia, Virginia Woolf
Deberíamos gritar menos... Deberíamos leer más...
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