miércoles, 30 de octubre de 2019

Por debajo de la piel


La bruma de días atrás se espesaba en un lamento, me caló hasta los huesos y no encontré otra salida que tender la ropa dentro. Puse la máquina a calentar, busqué trigo en el granero, sacando adverbios del plumero limpié telarañas en el desván de los recuerdos…

Primero cociné los miedos, esos siempre vienen de lejos, son carnes duras, añejas, con nervio. Luego, siempre aparte, guisé los anhelos, esos que por no decirlos se van pudriendo en el trastero. Al final rocié todo con deseo y paciencia “¡Un momento! ¿Y eso dónde se compra?” preguntaba mi conciencia. “¡Ay, compañera, cuánto camino te queda!”

Ahí no quedó todo, porque de especias estaba la olla llena: un pellizquito de humor absurdo, alguna coplilla nueva, dos o tres versos sin dueño, un libro cubierto de pena, la luna por la ventana con su sonrisa victoriana, tres permisos, dos tormentas y una ronda de pretextos. “¿Cuánto queda?” ¡Ya termino!… Con más sueño que paciencia, con más otoño que ciencia, más dolor que daño y con la mantita de la abuela.

Toda esta aventura cuántica , este delirio de vulnerable aroma, empezó el día en que sólo, ante el espejo, quebré mi voluntad en mil pedazos para darme cuenta de que estamos hechos de los pedacitos de otros, que no nos pertenecemos más allá de los residuos de nuestros pensamientos más urgentes. El resto es humo y barro de nuestras guerras pasadas con el mundo, apuntes de batallas de las que solo queda el eco, forzándonos a gobernar nuestras direcciones.

Así despertó el lunes por debajo de la piel, en la frontera del tornado, el rugir de la comedia sin título, el teatro sin público y con nariz de otro payaso… mirando al mar a cuatro grados por debajo de la calma, encontré consuelo escondiendo el sol y coloreando nubes hasta que en el principio de la garganta asomó un rubor con sonido a catarata. Piel que de nuevo se eriza hasta el aroma de otros tiempos, otras vidas que convergen en un abrazo perfecto, el suspiro, el borde del espejo…

Ya de vuelta encuentro a Momo, mirándome a la cara, los coloretes acusan el fin de fiesta, el carnaval en la garganta… El túnel, el chispazo de luz, la escalera de babel, el resguardo de mi cama.

Llegó al fin el Samhain. El fin del verano, la cortina que separa la luz de la oscuridad. La maleta aúlla a mi lado como diciéndome que me vaya, a cualquier parte, debajo encuentro un corazón en ascuas, un canon que despierta engranajes del tiempo, un trocito de cristal que aún se refleja en otro espejo roto, y muchas máscaras escondidas entre las palabras.







sábado, 12 de octubre de 2019

Hijos de la Luna

Cuando escribo lo hago por un motivo, por un impulso que duerme debajo de las historias. Luego ese motivo se desvanece porque una historia se escribe para contar cosas, no razones, y ese disparador se va a dormir a la cueva de la que salió. La historia que se balancea en mis manos nació mirando a la luna y como tal debe terminar.

Quedan un par de páginas por engarzar, un final que debe ser cerrado o abrirlo a la locura de un mal sueño, faltan un par de lecturas por encima para oír el ritmo de las palabras cabalgando el viento, una corrección ortotipográfica exhaustiva y detallada, otra mirada a la eterna vigía de mis desvelos, la luna que desde su altura me seduce con su brillo y me empuja a una espiral de letras que terminan cada noche esparcidas por la cama buscando la forma de reencontrarse en forma de frases.

Una obra, que mucho tiene que ver con con la noche, con lo cotidiano y con el culto mistérico. En el trasfondo siempre la luna eterna, cambiante, mostrando su poder sobre las mareas, sobre las cosechas y sobre la energía y el espíritu humano.

Empecé a escribirla, recuerdo, durante la Luna de Sangre o Luna del Lobo, el rojo del satélite me bañó de lleno y recuerdo esa noche aporrear teclas como un loco hasta bien entrada la madrugada. Luego ha seguido evolucionando, y he tomado la referencia de las siguientes lunas (Luna Azul, Luna de las Flores, Luna de Fresa, Luna de Maíz, Luna de la Cosecha,…) Cada una con sus peculiaridades, sus energías y sus emociones me han arrastrado por un proceso mágico, no siempre atractivo, pero siempre en búsqueda constante de lo oculto, de lo que nadie quiere contar.

Hoy es Luna del Cazador o Luna de Vino y sigo empeñado en sacar esquirlas a unas frases que ya no dan más de sí porque lo han dicho todo. Estoy deseando que llegue la Luna Fría, la que coincide con el solsticio de invierno para echar el largo manto de la noche sobre nosotros hasta cerrar el año, los ojos y las heridas del alma. Son las noches de Luna Fría las más largas del año así que espero su influjo para leer simplemente, disfrutando del sabor de cada palabra, disfrutando de las horas de solitaria vigilia desgranando el proceso creativo con la seriedad de un niño, con la lentitud de un anciano.

Un viaje al lugar que ya nos descubrió Julio Verne, y por sus referencias el mago del cine Meliés. El astro que inspiró la obra de Stanley Kubrick “Una odisea en el espacio” y su inolvidable apertura con música de Strauss. Un paseo intensamente escrito por Julio Cortázar en su “Breve curso de oceanografía”.

Espero que la luna continúe allí arriba con oficio de musa, siendo el faro que alumbre las noches durante todo el proceso de creación y  tenga consideración con este beso que le dedico para convertirla en una de mis hijas predilectas.



lunes, 7 de octubre de 2019

Escribir creativamente


Cuando lees, poco a poco, vas entrando en la madriguera de tus pensamientos, te dejas llevar por las voces de otros, por un sueño medio olvidado o por el decorado de una película que no te pertenece y cuando te das cuenta ya has atravesado el espejo que te separa de tu realidad con el sonido de los coches, el tic tac eterno del reloj y el torbellino de los pensamientos que no deja de chillarte en el hipotálamo.

Ya estás dentro del sueño, pero eres un mero espectador, hasta ahora todo está bien pero… ¿Has tenido alguna vez un sueño lúcido? El sueño lúcido es aquel en que el soñador es consciente de estar dentro del sueño y como tal empieza a actuar con total libertad dentro de la lógica soñada. Este acto de voluntad es lo más parecido al acto de escribir, a poder poner voz a una realidad concreta para manipularla y conseguir cambiarla o tan solo describirla para que otro pueda sentirse identificado en tus palabras.

Una vez emprendes el camino de escribir aparece bajo tus pies el abismo de sentirte leído, el mágico, y a la vez doloroso, acto de sentirse escuchado sin necesidad de levantar la voz y la agradable sensación de poder contar cosas muy personales, muy de dentro, a alguien en el momento que él decida sin tener que perseguirlo eternamente por el pasillo de la súplica.

Para ello por supuesto tienes que armarte caballero con pluma o lápiz, estar preparado para hacer malabares con los versos y tener la confianza de apoyarte sobre un fluido vocabulario, sin llegar a lo estrambótico, pero con la ligereza que da saber que tu mejor arma es la palabra, que puedes sentir hacia afuera y fijar la huella de tu pensamiento en cada frase que avanzas.

Y una vez montado al tren de tus ideas bastará saber que géneros puedes practicar para que tu mensaje sea más efectivo, más tuyo… quizás a través del género epistolar, a través del Haiku, del soneto, de la décima, el cuento, la fábula, la novela.

Hay más, mucho más, toda una vida de esfuerzos para meter los pies en ese trastero llamado literatura. Hay que decidir el punto de vista, el contexto y el tiempo verbal, pero de eso están los manuales llenos y poco se habla de hacer de la escritura un juego, que sea divertido, y escribir desde la gramática de la fantasía, o de la patafísica, usando siempre palabras maleta, bolas de nieve y/o lipogramas. Solo así el camino merecerá la pena.